Cada día, más solos, aunque nos disfracemos de "singles"

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Los humanos, somos la únca especie capaz de evolucionar tecnológicamente, de crear nuevas tendencias y tomar decisiones frente a ellas, aunque no siempre en la dirección correcta, en cuyo caso, también somos capaces de caer en contradicciones sorprendentes. En las úlimas décadas, por múltiples razones que no vienen al caso, ha aparecido la figura del single (*) No es un disco de cuatro canciones, ni un partido de tenis entre dos tipos de blanco, no. Ni siquiera hace referencia al verbo castellano "Singlar" que define el modo de navegar en una dirección determinada, verbo del que deriva el simpático término marinero: 
(*) SINGLE (Del ingl. single).
1. adj. Mar. Se dice del cabo que se emplea sencillo, como la braza, el amantillo, etc., cuando uno de sus extremos está atado al penol de la verga.
que, aunque me suene fatal eso de que algo vaya atado al penol (que no quiero ni pensar lo que es) de una verga (que creo saber lo que es), no tiene nada que ver con la nueva definición que los "modernos" se han sacado de la manga, con absoluto desprecio por nuestro idioma.
No hace tanto tiempo que, las personas que vivían solas, no eran vistas con buenos ojos. Una señorita de principio de siglo, que estaba sola, era clasificada sin piedad, salvo que fuese viuda; un hombre solo, sugería razones turbias o, al menos, una vida desordenada, golfa, ¡vamos! un vagabundo o un sinvergüenza, excepto los viudos. En definitiva, el antigüo "solitario" pertenecía a la chusma. Hoy no. Por lo pronto, el solitario ahora se llama "single" y se supone que lo es por decisón propia, bien sea por una soltería recalcitrante o a causa de una ruptura de pareja. En todo caso se les reconoce una capacidad de recursos y un talante decidido, hasta envidiado por algunos, que les aúpa a un peldaño alto en el escalafón de la absurda sociedad en que vivimos.
Pero, claro, todo gran escenario tiene su tramoya y en el caso que nos ocupa, no podía ser de otro modo.
Si quitamos la paja del trigo, veamos que queda. ¿Un soltero/a adulto, que vive con sus padres, es un single? Definitivamente no. Es un caradura, en el mejor de los casos. La mayoría de los que están solos después de vivir en pareja, lo están por decisión propia, pero forzados por un fracaso, se mire por donde se mire. ¿Cuantos solteros y solteras lo están voluntariamente? Muy pocos, si atendemos a las cifras que mueven actualmente las empresas dedicadas a ofrecer servicios diversos a los singles, que, en definitiva, acuden a ellas para intentar dejar de serlo. ¿Qué nos queda, entonces, que merezca el honroso, envidiable y cursi calificativo de "single", en lugar del "solitario" de toda la vida? Muy sencillo, igual que antaño, las viudas y los viudos, con la diferencia de que ahora pueden disfrutar con todo el derecho del mundo, de las oportunidades que estén a su alcance para intentar volver a ser felices. El resto, no nos engañemos, seguiremos estando cada vez más "solos", en el más triste sentido de la palabra, gracias al mundo que estamos creando y por muchos intentos que hagamos para dulcificarla con modernos sinonimos.

Rick - Fuerteventura Noviembre 2009

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