¡Y luego dicen ....!

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 Me decía el otro día un amiguete que,  en presencia de la novia,  no podía desviar la mirada del frente aunque pasase a su lado la Filarmónica de Berlín vestida de luto riguroso, si no quería enfrascarse en una discusión bizantina y estropear la tarde. El concepto de falta de respeto a tu pareja por mirar mecánicamente a una señorita de buen ver, normalmente no concuerda con la minifalda y la camiseta escotada que ella luce, con la sana intención de gustar, es decir, de atraer las miradas de propios y extraños que se refresquen un instante con sus encantos naturales. Esta posibilidad que se le brinda al transeúnte, se le niega a mi amigo, en un desigual reparto de intenciones.
Históricamente, los hombres tenemos fama de mirones. Los hay impresentables, sin tacto ni respeto, es cierto, pero en la mayoría de los casos, ese irrefrenable gesto está motivado por la exibición de un atractivo, en mayor o menor medida y descaro. Sin las miradas de admiración y alguna que otra sonrisa pícara ¿existiría la moda, la cosmética femenina? Sin público ¿tienen sentido los actores?. En un tono discreto ¿es reprobable la contemplación de la belleza?. definitivamente, no. Naturalidad, ante todo. Los celos se dejan en casa.