Breakfast in América

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Leo sorprendido que la sociedad americana está muy preocupada por la disgregación de sus familias. Padres e hijos que se separan por miles de kilómetros, hermanos que emigran a otros estados y nunca vuelven a verse, por no hablar del aumento de divorcios en los últimos años. Digo que lo leo sorprendido, no tanto por el hecho en sí, como por el desconocimiento general de su causa, siendo tan evidente..
Yo lo tengo claro hace mucho tiempo. La culpa la tiene el desayuno.
Hemos visto en cientos de películas cómo se agobian, nada más levantarse, todos los miembros de una familia a causa de la absurda obligación establecida de desayunar todos en comandita. Unos se levantan antes de tiempo, con lo que pierden horas de sueño y se cabrean; otros van con la hora justa y lo pasan fatal echando a correr con medio bollo en la boca porque pierden el Bus (léase "bas") y finalmente, hay quien no tendría ni siquiera que levantarse, como es el caso de Meg (la madre) o Lucy (la abuela), que ya está jubilada y no va al cole ni al trabajo, ni nada y luego pasan la mañana como dos zombis sentadas en el columpio del porche (ese tan cursi, que sale en todas las "pelis") sin saber qué hacer. El resultado de este despropósito es que todos comienzan la mañana de cada día con mala leche y el odio entre ellos va creciendo como una enredadera. Para colmo, no basta con un cafetito o un Nesquik, no; hay que comer muchos cereales y galletas de la abuela Lucy, untadas con crema de grasa de cacao y huevos fritos en grasa de tocino o revueltos en la misma grasa y salchichas y panceta (léase "beicon") es decir, varios tipos de grasa industrial para comenzar bien el día, hasta que llegue la hora de almorzar una bola de grasa de carne con lechuga y Ketchup entre dos mitades de bollo grasiento ....y un refresco, "ligth" por supuesto. Todo muy sano.
Esta tortura se perpetra diariamente a las 6,45 de la mañana que es cuando Frank (el padre), el auténtico culpable y, casualmente el único que hace coincidir la hora del despertar con sus necesidades reales, recién duchado se sienta a la mesa y abre el Wasington Post (léase "güasntpous") mientras mordisquea una galleta, supuestamente de la abuela Lucy (Que digo yo, que por qué les dá por hacer galletas a todas horas y sobre todo, cómo es posible que esta gente tenga el periódico de madrugada,  en su casa. Un misterio).
A todo esto Meg, con bata y  cara de sueño, dado que lleva un buen rato levantada para preparar la mesa, comienza a llamar a gritos a los niños y a la abuela, antes de que Frank haga lo propio y empiece a castigarles a todos, anciana incluida, para iniciar tan entrañable reunión familiar.
Bob y Mary Sue ("merisú")  aparecen con cara de pocos amigos y nada más sentarse escuchan tras el periódico la voz de su padre, iniciando así un tierno diálogo: <¡Vais a llegar tarde! ¡Comed!> < Yo no entro hasta dentro de hora y media, papá> <¿Se puede saber a que hora llegaste anoche?> <Bob,¿limpiaste el garaje?> <¡¡La tocaba a ella!!> <¡Estúpido!> <¡Sois unos inútiles! Estais castigados> <¡Mierda!> <¿Qué has dicho?> <Naaada, me tengo que ir> <Yo también me voy > <¡Adiós mamá> (todo esto en americano, que es como el inglés pero con la voz del Pato Lucas)
Al entrar la abuela, con T.J. (pronunciar "ti-yeí")* el bebé, lleno de mocos y medio dormido en los brazos, tose para hacerse notar (tose la abuela) y Frank sonríe por primera vez <¡Aquí está mi campeón!> ignorando a su suegra y destruyendo la autoestima de sus otros hijos, mientras devora un rico huevo con grasa de tocino. Cuando Frank arranca el coche hacia el atasco que le llevará a su trabajo, mira por el retrovisor a Meg sentada en el columpio, despidiéndole con la mano e imagina que todo está bien, sin darse cuenta de que ese día se ha abierto un poco más la grieta que acabará por separarles a todos definitivamente (y de que Meg se vuelve a la cama, según doble la esquina).


*Nota.- Que a las carreteras y a las calles las nombren con números, aunque algo falto de romanticismo, me parece razonable e incluso práctico, pero ¿alguien me puede explicar por qué extraña razón a ciertas pesonas las llaman por sus iniciales durante toda la vida, como si fuesen "ZP"? Si a un señor de pequeño le ponen José Manuel, me parecería absurdo y un desperdicio que se pasase la vida llamándose "Jotaeme" por poner un ejemplo. ¡Son muy rrrraros!

Fuerteventura 2009

Las amistades peligrosas

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Y yo me pregunto: ¿A qué viene ese interés desmesurado de los señores (y señoras) del PP por colocar un amiguete en la presidencia de Caja Madrid? Oye, que están a la gresca, poniéndose en evidencia con luchas intestinas, cuando en asuntos de mucha mayor enjundia política se guardan las espaldas y ejercen el corporativismo más feroz para ocultar sus trapos sucios a la vista de curiosos y opositores varios, hasta caer incluso en el ridículo.
Siempre me ha parecido que los políticos en general tienden a pensar que los ciudadanos de a pié no estamos a su nivel y, por ende, nos lo tragamos absolutamente todo sin salir a la calle a montar barricadas (quizá por esto último nos han perdido el respeto), pero concretamente, los del partido de Rajoy y Esperanza, se creen que, además somos gilipollas. A cualquiera, sin necesidad de ser una lumbrera, se le ocurre que el motivo de tanta efusión en los elogios a sus candidatos no es otro que la posterior obtención de favores y no quiero imaginar el tipo de tejemanejes al que aspiran, tratándose de la presidencia de la cuarta entidad financiera de nuestro país. Favores de los que, por supuesto, jamás tendremos noticias, mientras  nosotros intentamos por quinta vez la solicitud de un préstamo personal, disfrazados con barba postiza y gabardina, por si cuela. 
¡Romances entre políticos y banqueros! ¡Qué peligro!
Y todo ello a cara descubierta, sin pudor, sin antifaz ni pañuelo con nudo a la cabeza. Vergonzoso.
¡Ay! qué tiempos aquellos en que Sancho Gracia junto al Estudiante y el simpático Algarrobo cabalgaban felices por nuestros campos, sin disfraces. Entonces, casi todo era lo que parecía.