El secreto está en la salsa

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Estos días de carnaval canario he descubierto los "tomates verdes fritos" tan comentados a raiz de la película del mismo título que esta simmpática receta y de cuya existencia no teníamos muerstras tangibles. Pues bien, existen y están riquísimos.
A propósito de la mencionada pelicula, recuerdo una frase clave en su argumento: "El secreto está en la salsa". Totalmente de acuerdo, las salsas son las protagonista de infinidad de platos que se convierten, gracias a ellas, en deliciosos e inolvidables.
Y, ya metidos en salsas, os adjunto un relato, en el que se demuestra la importancia que puede llegar a tener una salsa, esa parte de nuestra cocina, a veces, injustamente olvidada, en el devenir de unas vidas cruzadas.


TRAGEDIA EN TELEVISIÓN
(“Realitichóu”)
Dedicado  Paco Leyva, quien me enseñó esta maravillosa salsa.

<¿A qué cámara tengo que mirar? > Preguntó Ascensión, hecha un manojo de nervios cuando la ayudante de sonido se acercó para ajustarla un micrófono que pasaba, desde un cartucho sujeto en su cintura hasta el bies de su escote, mediante un complicado recorrido a lo largo de la espalda.
< A ninguna, bonita. Tú solo tienes que mirar a Nuria todo el tiempo ¿vale, cielo? > < Vale > Asintió, no sin sentir cierta decepción. Ella se había imaginado persiguiendo la lucecita roja de las cámaras, como los entrevistados famosos. < ¿Por qué me llamará de tú esta chiquilla y luego, tanto “bonita” y “cielo” “parriba y pabajo” si no me conoce de nada? > Se entretenía en pensar, más que nada para distraerse. Ascensión había pasado casi toda su vida en el pueblo y no sabía que, por una extraña razón, en la ciudad, a la gente joven le da por tutear y hablar con diminutivos a las personas mayores como si fuesen niños, gritarles como si fueran sordos y, lo que es peor, tratarles como si fuesen tontos. Sobre todo en los hospitales.


Nuria Vela era la directora y presentadora del popular programa de tarde “Díselo a Nuria” quien, semanas atrás había remitido una invitación personal para Ascensión como respuesta a la carta que esta había enviado al programa. Dado que todos los gastos eran por cuenta de la productora y que la idea de matar de envidia a las del pueblo era tan excitante como ser raptada por Clark Gable, Ascensión no tardó en aceptar y preparar una bolsa grande de “Almacenes Caballero” con sus cosas necesarias, dispuesta a subir a un avión por primera vez en su vida y de paso, conocer Barcelona.
Tras vomitar dos veces en el vuelo, fue conducida en un minibús directamente al estudio de grabación, con lo que sus conocimientos de Barcelona se reducían a la autopista y a un Polígono Industrial de L’Hospitalet.
“¡Tres minutos!” Gritó un jovenzuelo con media barba y unos cascos en el cuello. Ascensión tuvo la sensación de que el corazón se le saldría por la boca si todo esto se retrasaba más allá de esos tres minutos.
En unos instantes apareció Nuria con una carpeta en la mano, al tiempo que se encendían varios focos más. El barbudo gritó de nuevo “¡Vamos a grabar!” Nuria se arregló el flequillo que le caía por un lado de la cara y tras un postrero “¡Tres, dos…dentro!” la presentadora inició su programa con un saludo a su audiencia e inmediatamente dirigió la mirada hacia su primera invitada.
Nuria.- Hoy como primer invitado, tenemos con todos nosotros a Asunción ¡Un aplauso para ella!
Ascensión.- Buenas. Pero es Ascensión, ¡vaya! Ascen, que me llaman todas en el pueblo.
N.- Muy bien, dinos ¿qué te ha traído a nuestro programa, Ascen?
A.- Pues un autocar muy “chiquinino” que me ha revuelto las tripas más que el dichoso avión ¡Qué velocidad! Yo pensaba: “Nos habrán preparado una paella “pá” comer y se les está "pasando”
N.- ¡Ja, ja! ¡Qué graciosa! Me refiero Ascen, a los motivos por los que has pedido venir a “Díselo a Nuria”
A.- Pero… ¿tú no eres la Nuria?
N.- Si, claro
A.- Como dices: “díselo a Nuria”
N.- Bueno, pero es que es el nombre del programa y por eso…
A.- ¿Y tú no has leído la carta que te mandé?
N.- ¿La carta? ¡Ah! Si, claro, la carta la leen unos compañeros del departamento de selección que son los que deciden a quién invitar al programa. O sea que si, pero los espectadores no la han leído y quieren saber tus inquietudes, tus motivos ¿Entiendes, Asun, bonita?
A.- Ascen.
N.- Eso, Ascen. Perdona de nuevo.
A.- Vamos, que no has leído la carta.
N.- ¡Ja, ja, ja! (Mirando al público) ¡Vaya con Ascen!
(Amenazante) Mira no, no la he leído, pero tú nos la vas a contar ahora a todos nosotros, que es a lo que has venido. ¿Eh cielo?
A.- Yo he venido para cumplir un último deseo de mi Paco.
N.- Un último deseo ¡Qué bonito, Ascen! Y, dinos, Paco es o era tu marido ¿No es así?
A.- No. Era el marido de mi hermana.
N.- (Sorprendida) O sea, tu cuñado.
A.- Claro. Siendo el de La Chelo, pues mi cuñao. El hombre de mi vida. El único hombre de verdad.
N.- (Cada vez más interesada) Pero Ascen, eso quiere decir que tú ¡estabas enamorada del marido de tu hermana!
A.- Si. Desde chica.
N.- Y dime, ¿Ellos lo saben?
A.- La Chelo sí lo sabía, mi Paco no, hasta el último momento.
N.- ¡Vaya, vaya! Esta historia promete. Ascen, cuéntanosla desde un principio.
A.- Bueno, pues, cuando mis padres, recién casados llegaron al pueblo, hace 42 años, las cosas de…..
N.- (Interrumpiéndola) Perdona, me refiero a la historia reciente, con Paco y todo eso. No tenemos toda la tarde, cielo.
A.- Ya entiendo. Pues, cuando mi Paco llegó al pueblo y le vi, me quedé prendadita “dél”. Lo que se dice enamoradísima “na” más verlo y no te cuento cuando le oí hablar en la puerta de la barbería. Tenía una voz de hombre recio que se te metía por las orejas y te corría por “tó” el cuerpo hasta las rodillas.
Al poco tiempo, el Paco se fijó en mí y en unos meses estábamos de novios.
Éramos felices. Yo, como de moza trabajé en un restaurante muy fino de la capital, sabía muchas cosas de cocina y le guisaba muchos días. Lo que más me pedía era una salsa que llamaban “Leyva”, que le volvía loco, ja, ja, no sabes Nuria los besos y las risas que le daban cuando comía la carne con esa salsa. Todo era maravilloso, pero…. (Pausa y profundo suspiro con la mirada perdida)
N.- (Entusiasmada) ¿Pero…..?
A.- Pues, como siempre, que las cosas bonitas no duran. A todo esto y sin yo darme cuenta, a mi hermana Chelo se le metía el Paco entre ceja y ceja cada día y, cuando lo suyo más que amor era un sin vivir, planeó su plan terrible que nos arruinaría la vida a “tós”.
(Mientras Ascensión continuaba con su relato, Nuria, consciente de que estaba ante una historia singular, se apresuraba a leer la ficha que tenía en sus manos para ponerse al corriente de la historia y el desenlace que los guionistas la habían preparado)
Nuria ¿me estás escuchando?
N.- Si, si, estaba repasando unas cosillas. Continúa por favor.
A.- Como decía, La Chelo, muerta de celos, de envidia y, sobre todo de amor, la verdad sea dicha, llevó a cabo su plan “menuciosamente”. La mañana de mi boda se levantó muy temprano para aviar todo lo necesario: planchar el velo, apañar el ramo de margaritas, llevar a mi cama el que se suponía, sería el último desayuno que yo haría en nuestra casa y, sobre todo, asegurarse de que no entrase en casa ninguna de las cotillas del pueblo porque, decía, que solo podían traer mala suerte.
Desayunamos juntas entre risas y nervios y, sentada en el borde de la cama, de repente se puso seria y mirándome de una forma muy rara me dijo: “Te quiero mucho Ascen, no lo olvides nunca”. Esa frase es lo último que recuerdo de aquel día.
N.- ¡Qué interesante Ascen! Vamos a descansar unos minutos y enseguida volvemos con tu historia.
A.- Ya. Los anuncios ¿no? ¡Qué remedio!
(El paréntesis publicitario lo aprovechó Nuria para comprobar por sí misma ciertos detalles del guión, mientras en el plató se advertía un “run-run” de curiosidad entre los invitados al programa. El muchacho feo, con barba y cascos en el cuello, hizo una señal a Nuria con el dedo índice)
N.- Bueno, Ascen. La verdad es que nos tienes a todos intrigados con tu historia. ¿Qué sucedió entonces?
A.-Ni más ni menos que lo que tenía que suceder, el desastre total. La Chelo me puso en el café del desayuno, una sustancia que me dejó dormida durante todo el día y la noche de aquel sábado de Mayo y, vistiéndose con mi traje de novia, contrajo matrimonio con mi Paco, diciendo a los invitados que yo me encontraba indispuesta, seguramente por algo que me sentó mal en la cena de despedida.
N.- ¡Increíble! Pero, ¿no se dio cuenta Paco del cambio?
A.-No Nuria, porque m hermana y yo éramos gemelas idénticas. Ni siquiera nuestros padres, que en paz descansen, nos podían distinguir. La Chelo, como decía, se casó y, lo que es peor, consumó en esa noche, o sea que………
N.-Si, si, ya te entiendo.
A.- A la mañana siguiente desperté y me encontré de bruces con ella. Me dijo que sabía lo que hacía, que no lo podía evitar porque si no tenía a Paco, prefería morir y que esperaba que algún día la perdonase por el daño que me había causado. Marchó de la casa para no volver jamás y yo quedé paralizada, hundida, muerta en vida.
Con el tiempo me fui resignando porque sabía que nunca podría convencer a Paco de la verdad y porque le veía feliz. Eso era lo único que me consolaba. Pero…
N.-Siempre hay un “pero”, es cierto.
A.- Era cuestión de tiempo que Paco echara en falta algo muy especial que yo le preparaba: la salsa Leyva.
Después de agotar con él las excusas que se le iban ocurriendo, La Chelo terminó viniendo a verme para pedirme algo que ya le resultaba imprescindible, la receta de la salsa.
Quedamos en el puente romano, a la salida del pueblo. Yo, como comprenderás me negué en redondo (por cierto, que nunca he sabido qué quiere decir eso de “en redondo”) y de alguna manera, saboreé mi venganza tan esperada. Se arrodilló, me suplicó y yo no me inmuté. La juré que nunca la daría la receta. Creí que, por fin, la había vencido de algún modo, pero…
N.- Dichosos “peros” Ascen.
A.- Sí. Trágico, en este caso, porque, La Chelo se volvió loca me zarandeó y juró que se mataría si no accedía a su petición. No soportaba la idea de que Paco la descubriese algún día. Yo, invadida de celos, disfrutaba con su desesperación y, de improviso, mi hermana se inclinó sobre el murete del puente y se lanzó al río, destrozándose la cabeza contra las piedras de la orilla.
Quedé muda, inmóvil, sin saber que hacer y salí corriendo hasta mi casa para llorar y llorar durante muchas horas, hasta que llamaron a mi puerta de madrugada.
Abrí el portón y la cara de Higinio, el cabo de la Guardia Civil, me dijo que habían encontrado a La Chelo en el río. Higinio me dio los detalles que yo ya conocía pero añadió algo que no esperaba. Paco, como un animal herido, había caído en una especie de trauma que ni comía ni hablaba ni se levantaba de la cama desde el momento de conocer la fatal noticia.
Ya nada tenía sentido, las únicas personas amadas habían desaparecido de mi vida y sólo quedaba esperar a que llegase mi hora.
N.- ¡Qué tremendo Ascen! Es una historia muy trágica. Debiste sufrir mucho ¿Qué hiciste a partir de entonces?



A.- Lo único que podía hacer, ingresar en una Orden de clausura. Allí encontré la paz y la soledad que mi espíritu necesitaba. La oración, el trabajo en la cocina del convento y la compañía de las hermanas de la Congregación fueron mi consuelo durante tres largos años. El único contacto con el exterior era el padre Bernabé, quien me contaba en los ratos de confesión, cosas del pueblo y, sobre todo, de la mejoría de Paco, su gran amigo, que poco a poco fue rehaciendo su vida, volviendo a trabajar en la barbería entre suspiros y ojos de tristeza. Una tarde vino el padre Bernabé con una sonrisa de oreja a oreja, para mi confesión semanal. Desde el momento que le vi, supe que algo especial pasaba por su cabeza. En efecto.
Días atrás, el padre invitó a comer a Paco en su Parroquia, una capilla románica del siglo “no sé cuantos”, pequeñita pero preciosa, a menos de cien metros del convento. Después de una crema de verduras que, dicho sea de paso, me sale riquísima según la madre superiora, el párroco puso en la mesa unas costillas asadas. Nada más comenzar a comer, Paco se quedó inmóvil, con gesto de asombro y una palidez que preocupó a Don Bernabé.
<¿Quién ha hecho esta salsa?> le preguntó sin dejar de mirar al plato, con aire de misterio.
< Pues, Ascensión, claro. Es ella quien cocina en el convento. ¿Qué sucede, Paco?> Le contestó el padre.
Tras varios minutos de silencio y otros tantos suspiros, Paco le contó el motivo de su turbación. Nada más paladear la salsa Leyva que yo había preparado como tantas otras veces, todos los recuerdos de años atrás, vinieron a su cabeza dando explicación a situaciones que nunca pudo comprender y colocando pequeños detalles, cada uno en su sitio, construyó el rompecabezas
Tres días después, Paco solicitó a D. Bernabé que pusiera en mi conocimiento la decisión que había tomado. Lo había comprendido todo, sabía que yo era la novia engañada y, sobre todo, imaginaba mi gran sufrimiento durante todos estos años.
Paco quería que volviese al pueblo abandonando mi reclusión, retomar nuestra relación y recobrar el tiempo perdido incluso planificando una boda que a mí se me antojaba imposible.
N.- Ascen, estamos impresionados, continúa por favor.
A.- Mi decisión fue firme. Nunca más abandonaría el convento que había sido mi refugio y durante meses rechacé las súplicas de Paco que cada semana me hacía llegar a través del cura. Pero….al fin, un día me entregaron su última nota dirigida a mi nombre, o sea personalmente. Aquí la tengo.
“Amada mía, no puedo soportar la idea de tenerte cerca y no poder compartir mi vida contigo para devolverte toda la felicidad que te robamos entre todos. Dejo este mundo pensando en ti. Te pido un último deseo. Da a conocer nuestra historia y la receta de tu salsa en mi nombre para evitar tragedias como la que nos ha separado para siempre. Eternamente, tu Paco
Al poco tiempo dejé mi clausura y regresé al pueblo para atender mi casa familiar en soledad.
N.- Y pensaste que el mejor medio de cumplir su último deseo dando a conocer la receta era en “Díselo a Nuria” ¿No es así?
A.- Eso es Nuria, cuando vi tu programa pensé que era la manera más,… más…mejor. Ya me entiendes.
N.- ¡Por supuesto! Hiciste muy bien. Ascen, te tengo que hacer una pregunta. ¿Si Paco viviese, serias capaz de volver a empezar con él?
A.- Ahora sí. Cada día y cada noche desde entonces, con su recuerdo, me he arrepentido de no haber accedido a sus deseos. Piensa que todo se veía de otra manera desde dentro del convento
N.- Pues, Ascen, escúchame bien, tengo que darte una noticia que te impresionará.
(Ascen apenas se inmutó sin imaginar el alcance de lo que Nuria la iba a desvelar)
Ascen…… Paco no ha muerto.
A.- (Ascen, sin parpadear, quedó mirando fijamente a Nuria entre los rumores del público) No es posible. Se quitó la vida.
N- Si, si lo es. El padre Bernabé fue a visitar a Paco, justo el día en que cometió la locura de tomar una enorme cantidad de tranquilizantes y por fortuna llegó a tiempo de evitar una nueva tragedia. Más tarde, le convenció de que la única forma de conseguir tu salida del convento, era fingir su muerte. No había que mentirte, solamente aplazar la buena noticia y ahora Paco está aquí para dártela en persona. Y todo, gracias a tu famosa salsa Leyva.
Tras una pausa, con Ascen escondiendo la cara entre sus manos y el público emocionado, Nuria dijo solemnemente: ¡Que entre… Paco!

Del libro "La rebelión de los pucheros"

Un día cualquiera

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Un día cualquiera, el aperitivo, buen ambiente de Carnaval. De improviso, una guitarra aparece y un cliente cualquiera, nos regala a los presentes una sorpresa. Se llama Sergio, un chaval canario, encantador y "cantador". Os lo presento en este vídeo.