Medianoche en París: El Woody Allen de siempre

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Hoy he visto “Medianoche en París”, la última de Woody Allen y la he disfrutado como un niño. Mejor sería decir como un niño “fan” del señor Allen, a diferencia de los agazapados en busca del fracaso que permita un zarpazo crítico. Está claro que no es “Manhattan” ni “Annie Hall” Es, simplemente, el mismo de sus orígenes con sus diálogos, actores y planos de siempre sin complicados movimientos de cámara, pensando en voz alta. Recordando la película, me asombra la cantidad de detalles que es capaz de dejar en tu memoria. Te da lo que quieres ver y oír, obligándote a verla de nuevo para recrearte en ellos, por si acaso algo se te pasó por alto. ¡Eso es buen cine, amigos detractores!  ¿Cómo se puede criticar a Owen Wilson en su perfecto papel de “alter ego”? ¡Qué delicia ver a Adrien Brody en el papel de Dalí (genial) o Michael Sheen como Hemingway! ¡Qué guiño tan genial, en su alusión al “Ángel  Exterminador” de Buñuel! Preciosa la presentación con su inconfundible música de clarinete, en la que París se va empapando paulatinamente con la lluvia que define al protagonista. Como decía, demasiadas genialidades para calificarla como mediocre. Yo la he disfrutado y os la recomiendo.
Por cierto, también tiene su papelito Carla Bruni y ...no me queda otra que felicitar efusivamente al señor Sarkozy. ¡Briboncete!


Golf y amor

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                                                                      Campo de golf de Playitas Fuerteventura

A veces, cuando menos lo esperas, algo entra en tu vida sin tan siquiera llamar a la puerta de tu corazón, sin permisos ni protocolos. El golf me infectó hace ya demasiados años y lo conservo latente como un grito reprimido, un vicio sano y oculto que exprimiré siempre que pueda, hasta la muerte. Fiel y generoso, deseado y madurado con la paciencia de un amante entregado hace tiempo, que nunca se cansa de esperar por lo gratificante de la recompensa.
Y, ya puestos, hablando de paciencia de amante, de repente descubres que toda tu ternura proyectada al vacío, el fuego de tu corazón malgastado y las ansias de caricias interminables y reprimidas, recíprocas, se están perdiendo en la distancia sin saber porqué. Te das cuenta de que esa sensación de arropar a un ser querido mientras duerme, de esa sonrisa al despertar o la mirada cómplice de un silencioso paseo junto al mar, no están a tu alcance aún sabiendo que podrías disfrutarlas, amarlas, amarla.
El tiempo no es nada frente al deseo. No me doy por vencido. Estoy convencido, porque lo deseo con todas mis fuerzas, de que lo conseguiré.
Y si no, al tiempo.

El cumpleaños de Monseñor

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Obsérvese el alboroto, al enterarse de la invitación


Leo con sorpresa en la contraportada de La Provincia, la reseña de una comida que Monseñor Rouco Varela, con motivo de la visita del Papa a Madrid, va a dar el día 20 en su “residencia” para agasajar a su Santidad, al tiempo que celebra su 75 aniversario. Hasta aquí todo normal. La cosa se complica cuando, más abajo, leemos:

“ ..Además del Sumo Pontífice y del cardenal Rouco, a la comida asistirán unas 60 personas, entre cardenales, obispos y el séquito papal.”

Vamos a ver: ¿Qué tipo de “apartamento” tiene su Ilustrísima, para que se acomoden ¡60! personas a comer, la mayoría de ellos con cierto sobrepeso? Sorprendente, aunque esto no es todo. A continuación se relata el menú en cuestión. Reproduzco literalmente:

“En el menú, en el que no puede haber ni huesos ni espinas, se incluirán como entrantes aceitunas españolas, tostas de foie, una tabla de ibéricos, una tabla de quesos (todo ello acompañado con panes Brezel, pan negro, pan de nueces y pan de chapata) y unas cucharitas de corazón de alcachofa con una salsa holandesa.

En cuanto a los platos principales, se servirán un salmorejo con huevo de codorniz cocido y jamón ibérico, y un solomillo con salsa al vino tinto.

"Desde el Vaticano nos dijeron que no pusiéramos ajo en el salmorejo ni setas en el solomillo, porque al papa no le sientan bien", ha contado Lola Ferrer, profesora del centro y una de las creadoras del menú, que ha afirmado que para elaborar las comidas se pusieron de acuerdo con los cocineros de Benedicto XVI, con Rouco y con la persona que ha elaborará el resto de los alimentos que el papa tomará en su estancia en Madrid.

Ferrer ha detallado también que durante el postre los comensales podrán degustar un helado de limón con gelatina de gin tonic y salsa de bayas de enebro, y productos típicos españoles, como rosquillas madrileñas, pestiños o tejas, así como chocolatinas con el logotipo de la JMJ acompañadas de cerezas bañadas en chocolate.

La cocinera ha explicado que, además, darán a la comida "un toque alemán", en alusión a la procedencia del papa, ya que elaborarán "unas gominolas de cerveza".


No sé por dónde empezar. En primer lugar, un suspenso bajo a la Srta. Ferrer  por permitir que se publique este despropósito, por incluir la cursilada de los huesos y las espinas y sobre todo, por pretender servir un salmorejo sin ajo. Querida Lola, si al Papa no le “sienta bien” el ajo, pues dele otra cosa porque un salmorejo sin ajo es como pretender darle un solomillo sin carne, por aquello del colesterol (usted debería saberlo) y no se trata de cargarnos ahora nuestra cultura culinaria que es tan sagrada como los comensales.
Más adelante se comenta que, dado que su Santidad no bebe alcohol, intentarán que “pruebe un poquito” de los vinos españoles que se servirán en el ágape. ¿Cómo que un poquito? Si no toma vino pues que no lo sirvan y todos coman con Fanta. ¿Se imaginan al Papa con su naranjada y al resto de comensales con tintorro? Me parece feo. ¿Dónde queda el protocolo?
Pero lo peor viene al reparar en los detalles del menú de marras. Analicemos: “salsa al vino tinto”, “gelatina de gin-tonic” (que me parece una estupidez), “bayas de enebro” y de remate “gominolas de cerveza” entre los múltiples postres ofrecidos.
Ni que decir tiene que se van a poner las botas, el azúcar se les va a subir por las nubes y además van a coger una cogorza de padre y muy señor mío (nunca mejor dicho). Ya les estoy viendo bailando la “conga” por Malasaña con Rouco a la cabeza, si Dios no lo remedia.
En fin, espero que “La Provincia” no llegue a manos de los millones de necesitados que apenas tienen asegurado el puñado de arroz de cada día. Y esto no es demagogia, es una vergüenza.
Amén.

Volver a Estambul

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Uno tiene un momento de relax en el trabajo, le hablan de viajes y, claro, luego pasa lo que pasa, que me entra la nostalgia y empiezo a dar marcha atrás buscando en el famoso baúl esas experiencias que te apetecen repetir algún día. Es el caso de mi viaje a Estambul. Magia en cada rincón, emocionante, inolvidable. El primer lugar en mi lista de visitas pendientes. Debo volver y en este instante me emplazo a ello. Así sea.


Magda en La Palma

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No podía haber escogido un destino tan apropiado para escapar unos días. La que en hebreo significa “La magnífica habitante del torreón” trotando por los entresijos de “La Isla bonita” ¡Qué combinación! Y qué envidia (insana, por supuesto) que me recorre “tolcuerpo” al pensar que “otra” ocupará el puesto de escudero, por el que vendería mi voto al mismísimo Rajoy. Aún así, estoy seguro de que percibirá mi cercanía y en esos momentos en que, vencidos por el cansancio y el peso de las estrellas, buscamos en nuestro interior recuerdos y sensaciones urgentes que llevar a nuestra cama, pensará en lo mismo que yo estaré pensando en la distancia y podremos compartir, de alguna manera, la jornada.
No me extrañaría que llegase a sentir el calor de un abrazo mío, al cerrar sus ojos un instante.
Buen viaje y mil besarrakos.


«Me llevé a los labios una cucharada de té en el que había puesto un trozo de *magdalena*. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba…»
(Marcel Proust. En busca del tiempo perdido, 1913).

Yo tuve un Restaurante en Madrid

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Hoy recordaba la voz íntima, poética e inolvidable del personaje interpretado por Meryl Streep en "Memorias de África" que comenzaba a narrar lánguidamente: "Yo tuve una granja en África...." añorando así unos años irrepetibles que marcaron su vida. Más humildemente, a mí me sucede lo mismo cuando recuerdo los seis años transcurridos desde que Debbie y yo fundamos "El Martín Pescador" hasta que lo traspasamos buscando más tiempo libre para disfrutar. Fué una época de mucho trabajo pero, de inmensas satisfacciones. ¿Cuantas veces hemos oído en boca de alguien: "Me gustaría abrir un Restaurante"? Pues bien, nosotros lo hicimos. Pasé del agitado mundo de la publicidad al sacrificado día a día de la hostelería. Arroces de todas clases, caldereta de bogavante, ¡un segundo puesto! en un certámen de cocido madrileño, marisco vivo traído desde Huelva o Galicia junto con lomos de ternera, lechazos de Aranda, semanas gastronómicas de todas las regiones de nuestro país.. y unos clientes fantásticos entre los que pudimos contar a muchos como amigos. Fué una maravillosa experiencia de la mano de nuestra comadre María Luisa (la mejor mujer que he conocido) que recordaremos siempre con especial cariño. Voy a cambiar de tema. Me estoy poniendo demasiado tierno.