La soportable levedad del cáncer

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Cuando te toca, inevitablemente, aprendes a vivir con ello. La mente es sabia y desarrolla recursos que ni siquiera conocías. Pronto se convierte en algo cotidiano, como si fuese un amargo compañero de toda la vida. Descubres que, cada día, ocurren tragedias mucho peores que la presunta que entró en tu plan de futuro, sin previo aviso. Tanto sufrimiento ajeno, que tus temores se diluyen en un esfuerzo aparentemente sencillo por ser positivo y seguir adelante sin miedo, saboreando cada minuto, como un tesoro arrebatado al destino. Así debe ser. Ese es el camino de la superación. No debemos olvidar el "efecto Pigmalión" por el que, si deseamos algo con fuerza, tenemos más posibilidades de que se cumpla.
Hoy deseo con todas mis fuerzas que ese niño del anuncio que representa a tantos otros, pueda llevar a cabo sus "planes" y llegue a ser bombero o astronauta. Sería justo y yo ya no tendría ni un solo motivo para llorar

Presentación en sociedad

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Os presento en primicia a mi personaje favorito que, casualmente será el protagonista del nuevo librito de relatos de humor que empiezo a escribir en estos días de descanso, tanto de mi tratamiento médico, como de la novela que me está costando terminar.
Espero que os guste su aspecto entrañable y sus aventuras y consejos os diviertan tanto, como a mí escribirlas.
Pues, eso.

¿Quién ha colgado esas estrellas?

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                                                                  Llanes (Asturias)

Siempre pensé que el ser humano es un buen producto, aunque sin terminar. Alguien se olvidó de someterle a un correcto control de calidad antes de soltarlo, en un mar de dudas, con tal afán de ignorancia que es incapaz de organizar una sociedad como es debido, ni siquiera de organizarse a sí mismo. Después de, no sé cuantos miles de años, todavía no comprende qué hacen aquellas estrellas, colgadas de un incomprensible manto azabache; desconoce el sentido de su existencia y los motivos por los que observa el mundo desde su exclusivo interior, con un prisma único e irrepetible. Un interior imperfecto en soledad y un vacío existencial que le lleva permanentemente a la gran pregunta: ¿Quién me ha puesto aquí? Y, en este punto, descubre la necesidad de abrigar su orfandad, de vestir su desnudez y apaciguar sus temores, levantando el tótem de su creador: su Padre, su Dios, a quien se entrega incondicionalmente y en quien descarga sus cargas, sus errores, su esperanza e incluso, su destino. Alguien dijo que Dios era el “amigo invisible” de los adultos, y, salvando lo que pueda resultar de irreverente, no iba descaminado en su descripción. Así ha sido desde el principio, Dioses necesarios y reales para todos aquellos que los materializan con el poder de una fe indestructible. Ellos hacen posible un Dios protector y Dios está en ellos. 
Pero, ¿sabemos hacerlo nuestro, dándonos a los demás? Lo cierto es que, a lo largo de la Historia, lo hemos utilizado como herramienta interesada y, en muchos casos, lacerante. Unos ministros mitómanos con ínfulas faraónicas, nos han hecho, casi siempre, desperdiciar una gran oportunidad, desvirtuando el ideal.         
Aun así, algunos quisieron y supieron mantener la verdadera esencia, haciendo bueno aquello de. “… y al prójimo, como a ti mismo”. Por ellos, merece la pena y para ellos, la bendición.

Viejos verdes

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Ahí están, disfrutando de la impunidad que les garantiza su edad madura. Ya comenté en un artículo anterior que  los mayores tienen la misma mente sucia que los jóvenes, con la diferencia de que a ellos les ríen las gracias, como a los niños. A esas alturas de la película de su vida, pueden permitirse picardías que, justamente, pasan por inocentes travesuras, lo cual me parece muy bien. Una mínima satisfacción, al final de este valle de lágrimas, plagado de egoísmos e indiferencia con los más débiles, los más cansados, los más necesitados. Al fin y al cabo, nadie les puede acusar de hipócritas, a diferencia de los más jóvenes que deben fingir,  hasta que sus canas les permitan soltar las manitas en terrenos pantanosos y de las víctimas de sus escarceos que, unas veces les critican y otras les consienten, impúdicamente.
Desde aquí mi saludo más afectuoso para ese sector en el que, lamentablemente, estoy a punto de empadronarme, dado lo rápido que pasa el tiempo. ¡Qué remedio!