Arroces prohibidos

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“Cualquier arroz digno, es bueno y ninguno es igual al otro”
Esta podría ser la máxima para entender que conseguir el arroz perfecto es muy difícil y hacerlo siempre es imposible.
Debemos ser flexibles a la hora de valorar los arroces que probamos, pero ¡atención¡ ...
Hay algunos arroces que ocultan una auténtica trampa. Son los temidos “arroces - virus” que intentaré describir a continuación.


“Paella – guiri”


Peligrosidad: muy alta (9,5)
Difusión: media
Aspecto: alargado y vaporizado
Daño: acojonante


El rótulo “PAEL-LA ESPANOLA” se puede encontrar en cualquier parte del mundo, en el restaurante más insospechado, en cualquier momento. ¡¡Cuidado, chaval!! Detrás de él se encuentra uno de los más peligrosos “arroces –virus” el conocido como “paella-guiri"
Se reconoce fácilmente por el guión entre las dos eles y la sustitución de nuestra “ñ” nacional por una triste y delatora “n” en el texto de reclamo que observamos en el cartel de la puerta y que más o menos reza: “The authentic Pael-la espanola. ¡¡Great¡¡” con las lógicas variaciones de estilo de local e idioma del país en cuestión.
Ataca directamente al aparato digestivo, provocando copiosas diarreas seguidas de un interminable estreñimiento. Nos amarga las vacaciones y corremos el riesgo de odiar de por vida cualquier tipo de arroz.


Métodos de combatirlo


Si se cruza en nuestro camino, la única salvación es huir inmediatamente del lugar, a ser posible corriendo sin mirar atrás. Si vamos con la familia debemos asegurarnos de que ningún miembro de la prole entre al local sin que lo podamos evitar. En caso de ser la suegra, recomiendo abandonarla a su suerte, en beneficio del resto.
Jamás debemos caer en la tentación de entrar en el restaurante por muy sentimentales que nos pongamos y muchas hamburguesas que llevemos a nuestras espaldas.
Cuando no se puede resistir la morriña y accedemos al local, el sistema es, antes que nada buscar rápidamente a alguien que esté comiendo pael-la y acercándose discretamente, observar su aspecto,…el del arroz, o sea.
Si el arroz presenta un aspecto alargado, bien blanquecino o por el contrario de un amarillo chillón, si se observan cáscaras de bichos que no habíamos visto antes ni en las películas de ciencia-ficción y presenta en la superficie partículas de migas de atún en aceite, muchos guisantes y verduritas de colores, ¡cuidado!: No hay duda señores. Estamos ante una virulenta “paella-guiri” que, de llevar trocitos de coliflor en vinagre, constituiría uno de los más temibles “arroces-virus” conocidos hasta el momento. En este caso aconsejo el “Método Ripollés”, así llamado por su inventor: D. Dalmacio Ripollés, conocido industrial leridano, quien lo ha aplicado a lo largo del mundo en innumerables ocasiones con un rotundo éxito y que podrás solicitar en el correo electrónico arrozvirus@ripolles.org , dado que en estos momentos, lamentablemente, no dispongo de la cantidad que D. Dalmacio, como buen empresario catalán, me exige por incluirlo en estas líneas.


“Giga-paella”



Peligrosidad: alta (8,5)
Difusión: baja
Aspecto: indescriptible
Daño: alto


A lo largo de nuestra geografía nunca falta la localidad que, en un momento de euforia y especialmente en verano, toma la decisión incomprensible de llamar la atención con una paella multitudinaria que además intenta año tras año ser más grande que la anterior.
Nada más lejos de una paella como es debido, que una paella gigante. Agigantar una paella es joderla completamente, ultrajando sus principios básicos en beneficio de la cantidad y de retorcidos intereses municipales, sindicales o lo que sea. En definitiva, la “Giga-paella” además de ser un innecesario “arroz-virus” es una horterada como la copa de un pino.
Nada más gráfico que el siguiente testimonio:


“El día que comimos paella peligrosamente”
Relato de Saturnino Bisagra (Horcajuelo del Pardillo 1968)


“Me costó trabajo convencer a mi novia, pero por fin estábamos los dos, aquella maravillosa mañana de domingo, en mi flamante moto, camino de la pradera de San Nicolás.
No podía imaginar que este día vería a Mari Carmen por última vez.
Cuando llegamos, estaban descargando con una grúa amarilla la enorme paella de aluminio donde Don Justo, el alcalde, bajo el lema “A mí a cojones no me gana nadie” se había propuesto hacer una paella para dos mil comensales, exactamente quinientos más que el arroz del pueblo vecino de Venturilla con quien mantenemos desde siempre una malsana rivalidad.
Los sacos de trozos de verduras, despojos de pollo y cosas congeladas, fueron llegando al recipiente, conformando un revoltijo aceitoso que dio paso a múltiples cubos de agua turbia y por fin, al desparrame de los sacos de arroz torpemente distribuidos y repartidos con enormes remos roñosos, por cuatro elementos empapados en sudor y grasa, más próximos a los cuatro jinetes del Apocalipsis que a una cuadrilla de cocineros.


Mediante minuciosas técnicas de despiste, conseguí que Mari Carmen no observase con mucho detalle las repugnantes manipulaciones anteriormente descritas y llegado el momento nos aproximamos a la paella con nuestro plato y cuchara de plástico, dispuestos a saborear el resultado de aquel despropósito, junto a los dos mil vecinos y otras tantas moscas a las que nadie había invitado.
Es muy difícil para mí describir el aspecto del arroz en los platos. Ella me miró con un gesto mitad duda, mitad súplica y yo asentí con la cabeza para que, al tiempo, probásemos la primera cucharada. ...Entonces sucedió.
Fue todo muy rápido. Al “crack” inicial le siguió un grito ahogado e inmediatamente Mari Carmen escupió en su plato dos premolares, un incisivo y una tuerca del nº 7 que estaba camuflada trágicamente tras una cáscara de gamba. 
Han pasado los años y aún conservo en mi retina la última imagen de Mari Carmen con el rostro descompuesto y un remo renegrido en sus manos, instantes antes de romperme la crisma y lanzarme al interior de la paella.”

*
SATURNINO vendió su Yamaha para comprar un precioso vestido de fallera con el que se gana la vida quedándose inmóvil sobre un pedestal durante horas, todos los domingos en el Rastro de Madrid, junto a la estatua de Cascorro.
DON JUSTO no fue reelegido y cada miércoles monta un puesto de alpargatas y bragas en el mercadillo de Venturilla, soportando chanzas y chirigotas de sus antiguos vecinos y rivales.
MARI CARMEN contrajo matrimonio con el dentista de Horcajuelo del Pardillo. En la actualidad es su alcaldesa por el “PUAG” (Pueblo Unido contra los Arroces Gigantes) partido del que es fundadora y presidenta.
LOS DOS MIL COMENSALES se recuperan todavía del choque traumático producido al confundir la cabeza de Saturnino que sobresalía entre pelotones de arroz, con un “tropezón” mas de la “Giga-paella”
LAS MOSCAS fallecieron en cantidad aún por determinar tras chupar del recipiente. Nunca más se han observado moscas en verano cerca de la pradera de San Nicolás.
LOS CUATRO COCINEROS han sido vistos por los alrededores con túnicas butano, la cabeza rapada y murmurando algo así como “Hare, hare, hare krishna, hare, hare....” sin parar.


Del libro "La Rebelión de los Pucheros"

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