Un Cuento de Invierno

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No concibo la vida sin sentido del humor. Está todo tan torcido que me sorprende la abundancia de tipos cuyo único objetivo a lo largo del día, es joder al prójimo sistemáticamente, pagar las amarguras, las insatisfacciones, con todo aquel que se encuentre a su alrededor. Funcionarios amargados, vecinos intolerantes, taxistas groseros, transeúntes agresivos, médicos inhumanos, ejecutivos soberbios. Hay que acabar con ellos, aislarlos, ignorarlos y abrumarlos con nuestra simpatía en el momento de la despedida. Ellos no saben que, pase lo que pase,... todo está bien.

UN CUENTO DE INVIERNO

Érase una vez una niña que vivía sola en su casita del bosque.
Una noche, de improviso, un visitante llamó a su puerta con insistencia:


Visitante.- ¡Toc, toc!
Niña.- ¿Quién es?
V.- Soy yo, Feroz, ya sabes, el Lobo.
N.- (Abriendo la puerta) Pero bueno ¿Qué quieres a estas horas?
V.- Pues, que vengo a comerte.
N.- ¡Qué pesado eres! Lo siento, hoy no, hoy estoy liadísima preparando las oposiciones a guardabosques y cenando un exquisito pisto manchego, que está de muerte.
Buenas noches, majete.
(Portazo)
V.- ¡Toc, toc!
N.- (Abriendo la puerta, nuevamente) No me lo puedo creer
V.- Es que tengo hambre y había pensado que…
N.- ¡No pienses! Eso es lo que tienes que hacer, no pensar que tienes hambre, así se te olvida y se te pasa ¿ves qué fácil? Y si no, cómete una pata o una oreja. ¡Hala, a dormir!
V.- También tengo frío.
N.- Claro, claro, por eso, no pienses en nada, ¡en nada! Y te vas despacito a tu asquerosa cueva, te duermes con la mente en blanco y aquí paz y después gloria. Ni hambre ni frío ni nada. Venga ¡a casita!
(Portazo, más violento que el anterior)
V.- ¡Toc, toc!
N.- (Abriendo la puerta, una vez más y mirando al Lobo fijamente con un cabreo de aúpa, sin saber ya qué decirle)
V.- ¿Y la abuelita?
N.- ¡Pero, qué tío más pelmazo! La abuelita ya no está en el cuento, no hay abuelita para comer, lo siento hijo. ¿Quieres dejarme en paz de una santa vez?
V.- ¿Se ha muerto?
N.- Pero ¿cómo se va a morir? Los personajes de los cuentos no nos podemos morir nunca por la sencilla razón de que no vivimos, solamente estamos en la imaginación de la gente. ¿Lo podrás entender algún día? ¡Dios mío, eres más tonto de lo que pensaba,
V.- ¿Y dónde está?
N.- La abuelita se ha ido a otro cuento de un tal Anderson o Andersen o algo parecido. El caso es que les faltaba una abuelita, hizo un “casting” y la contrataron. ¿Satisfecho, señor Feroz?
Mira, vamos a hacer una cosa: Toma, yo te doy esta galletita y tú te la vas comiendo camino de casita mientras repites diez mil veces: “Soy un lobito bueno, soy un lobito bueno” ¿Vale?
¡¡ADIÓS!!
V.- Es que soy carnívoro y con las galletitas me dan arcadas.
N.- ¡Vaya con el señorito! ¿Qué quieres rico, una fabadita, tal vez?
V.- Me da gases.
N.- Mira, me tienes harta y no me vas a enternecer. Lo que tenemos es lo que hay, me podrás comer cuando aparezca un lector de nuestro cuento y no me digas que tienes frío porque eres un lobo con cuatro pelos, que vive en la montaña, entre la nieve y en un cuento. ¿Qué coña es eso de que tienes frío? ¡¡Pues claro que tienes que tener frío, llevas años teniendo frío, forma parte de tu papel!. ¿A mí qué me cuentas? ¡Seamos serios hombre!
¡¡Vete a dormir a tu puñetera cueva de una vez. Por-fa-vor!!
V.- Es que me siento muy solo, Caperú.
N.- ¡Claro, pobrecito el lobito, que está solito él! Tú no te sientes sólo, es que ¡estás sólo en el bosque!, lo sabe medio mundo desde hace años. No le des más vueltas. Yo también estoy sola y no voy dándole la paliza a nadie. Y no me llames Caperú, te lo he dicho mil veces.
V.- (Entrando en la casa poco a poco, como sin darle importancia) Perdóname Caperucita
N.- Ni Caperucita. Fuera del cuento me llamo Mari Carmen. Es más, no me llames de ninguna manera, no me hables, simplemente esfúmate.
(Al verle pasar) ¡Oye, oye!, ¿dónde crees que vas?
V.- (Ya dentro de la casa, camino de la cocina) Tú no estás sola, tienes a tus amiguitos los cazadores. ¿Pisto manchego, dijiste?
N.- ¿Los cazadores, esos cretinos? Si ni siquiera pertenecen al cuento original. Tú me comías y punto, se acabó. Vinieron los cazadores y se fastidió la moraleja ¿recuerdas? Mira, ¿por qué no vas y te comes a todos los cazadores?. Hummm! ¡qué festín más guay! ¿eh?
V.- (El, a lo suyo) ¿Tiene carne el pisto ese?
N.- ¿Será posible tanta caradura? No des un paso más hacia la cocina
V.- (Ya en la cocina y con el hocico encima del pisto) ¿Tiene carne? Huele genial.
N.- No, no tiene carne y quítate de encima que se te va a caer el moquillo ¡qué asco!
V.- ¡Qué aroma! ¿Puedo probarlo?
N.- ¿Pero, no quedamos en que eres carnívoro?
V.- Ya, porque nunca he probado otra cosa. Sólo os he comido a la “abu” y a ti y algún corderito, de vez en cuando. ¿Puedo cenar contigo, Cape…perdón, Mari Carmen?
N.- ¡Oh! Está bien, me rindo. Anda, siéntate y cena conmigo y luego ¡te vas!
El único inconveniente es que creo que no te va a gustar.
V.- (Sin hacerla ni caso y sentándose a la mesa) Bueno, bueno, a ver qué tenemos de rico por aquíii! (Haciéndose el gracioso) ¡Vaya! Qué aspecto tienen estos pistos.
N.- Pisto, se dice: “este pisto”. Es singular.
V.- En serio, ¿no tiene carne?
N.- ¡NOOO!, no insistas, pelmazo. Tiene pimientos, cebolla, calabacín, tomate y varias especias. Si quieres carne, ya sabes, te vas a otro cuento y te comes a los tres cerditos, a la Bella Durmiente, al oso Yogui, a “Búbu” y a su puñetera madre.
La verdad es que no sé cómo te aguanto. ¡Cómetelo ya, anda!
V.- (Metiéndose una cucharada de pisto en las fauces) ¡Hummmmm!
N.- ¿Qué? Asqueroso ¿no?
V.- ¿Qué dices? Está buenísimo.
(En ese instante, en la puerta) ¡TOC, TOC!
N.- ¿Quién será a estas horas?
V.- Rico, pero que muy rico.
N.- Quien sea, se va a enterar.
V.- (Comiendo con auténticas ganas) ¡Oye, pero esto está que te pasas de rico eh!

Mari Carmen abre la puerta y aparecen tres señores vestidos de cazadores y con sendas escopetas en sus manos. Uno de ellos muy bajito, muy feo y gangoso.
CZ1.- ¡Quieto todo el mundo!
CZ2.- ¡Ahí está el monstruo, cuidado!
CZ3.- Gdacia Dióz llegamoz a tiempo, tíoz. Aún no ha evodado a da ñiña.
N.- Pero ¿os habéis vuelto locos? ¿Se puede saber a qué viene esta idiotez a la hora de cenar? Dejadnos en paz, ¡Por favor!
CZ1.- Ahí va! Me parece que hemos metido la pata.
CZ2.- Claro, con tanto cambio de horarios, uno se lía.
CZ3.- Huede de madavilla. ¿Gué ezdaiz gomiendo?
V.- (Desde la cocina) ¡Unos “pistos” exquisitos, chiquitín!.
N.- ¡Ah no, eso sí que no! Ya no hay sillas para nadie más. ¡Hala!, a cazar algo por ahí y a guisarlo en vuestra casa o, mejor, os vais a Palma de Mallorca, hacéis una hoguera en la playa y montáis una barbacoa la mar de divertida. ¿A que mola?
CZ1.- Es cierto que huele estupendamente.
CZ2.- ¿Tiene carne?
CZ3.- (Sentándose junto a Feroz) ¡Hé huena pinda hiene, tío! ¿Hiene cadne?
V.- Creo que no, son “pistos” con tomate, pero está de escándalo. ¿Quieres probar, enano?
CZ3.- Hueno.
(CZ1 y CZ2
se sientan en la silla de Mari Carmen)
CZ1.- Pues, ya que estamos aquí vamos a probar esta delicia.
CZ2.- ¡Qué bonito es compartir! ¿Verdad?
CZ3.- ¡Ejquizito, tíoz!
CZ1.- ¿Hay vinillo?
V.- Ahora que lo dices, creo que por aquí hay un Jumilla estupendo.
CZ2.- ¡Caramba, Jumilla!
CZ3.- ¿Me pazaz ed pan?
V.- Bueno, bueno. ¡Qué sorpresa veros por aquí!
CZ1.- Feroz, tú sabias jugar al “mús” ¿no?
V.- Perdona chaval, soy el Campeón del bosque.
CZ2.- ¡Ya estamos, el fantasma de turno!
CZ3.- ¡¡Viva ed pizto, tíoz!!
Todos.- ¡¡VIVAAAA!! ¡Ja, ja, ja!

A todo esto Mari Carmen, junto a la puerta contemplaba la invasión de su mesa y la desaparición de su pisto manchego por cuenta de los cuatro energúmenos que ya se disponían a echar la partida.
Tras abrigarse bajo una capa roja con capucha, lanzó un profundo suspiro y decidió marcharse a otro cuento, cerrando la puerta tras de sí.


…… y colorín, colorado, el pisto se ha terminado.

Del libro "La rebelión de los pucheros"

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