El cromo de Kubala

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Cuando yo era un crío, hace un huevo, todo sea dicho, mi pelo era de un rubio insultante, casi blanco y a mi abuelo Amadeo le encantaba sacarme a pasear hasta la calle de Alcalá donde le esperaba una partida de dominó clandestina. Digo clandestina desde la perspectiva de mi abuela, que ignoraba totalmente el objetivo final de nuestros paseos tan entrañables que, por otra parte, me suponían multitud de "Tebeos" y chucherías varias, a cambio de mi silencio. Sus amigos eran muy simpáticos conmigo, cosa lógica porque yo de chaval era alegre y cariñoso (hay quien dice que lo sigo siendo) y especialmente Tomás, con quien compartía la blancura de cabellos, aunque por diferentes motivos y la afición al fútbol, más concretamente al Real Madrid. Tomás me llamaba "Kubalita" por mi pelo y a mí me encantaba, yo admiraba a Kubala y su cromo era uno de los que más orgulloso me sentía porque no lo tenía casi nadie. Terminar la colección era un suplicio, te juntabas con cientos de cromos del Elche, del Zaragoza, del Las Palmas y el de DiStéfano, Gento o el de Suárez o Kubala no salían ni de coña. Yo completé el Barcelona y estaba tan contento, simplemente. En años sucesivos vi jugar al Barça varias veces en el Chamartín (luego Bernabéu) y a pesar de la rivalidad, todo transcurría por cauces deportivos en el césped y en las tribunas.



¿Qué ha pasado desde entonces? ¿De donde ha salido tanto impresentable, tanto intercambio de odio e insultos, tantas envidias mal reprimidas, tanta violencia? Me pregunto si los directivos actuales dan la talla, achuchando permanentemente a las aficiones, generando fobias con la complicidad de la prensa partidista y trincona, politizando lo que es un enfrentamiento meramente deportivo, e incluso llegando al colmo de cometer fraudes electorales en beneficio propio.
El resultado es triste: fuera del campo nosotros siempre perdemos, ellos siempre ganan.

Rick. Fuerteventura 2009

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