Magda en La Palma

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No podía haber escogido un destino tan apropiado para escapar unos días. La que en hebreo significa “La magnífica habitante del torreón” trotando por los entresijos de “La Isla bonita” ¡Qué combinación! Y qué envidia (insana, por supuesto) que me recorre “tolcuerpo” al pensar que “otra” ocupará el puesto de escudero, por el que vendería mi voto al mismísimo Rajoy. Aún así, estoy seguro de que percibirá mi cercanía y en esos momentos en que, vencidos por el cansancio y el peso de las estrellas, buscamos en nuestro interior recuerdos y sensaciones urgentes que llevar a nuestra cama, pensará en lo mismo que yo estaré pensando en la distancia y podremos compartir, de alguna manera, la jornada.
No me extrañaría que llegase a sentir el calor de un abrazo mío, al cerrar sus ojos un instante.
Buen viaje y mil besarrakos.


«Me llevé a los labios una cucharada de té en el que había puesto un trozo de *magdalena*. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba…»
(Marcel Proust. En busca del tiempo perdido, 1913).

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