Viejos verdes

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Ahí están, disfrutando de la impunidad que les garantiza su edad madura. Ya comenté en un artículo anterior que  los mayores tienen la misma mente sucia que los jóvenes, con la diferencia de que a ellos les ríen las gracias, como a los niños. A esas alturas de la película de su vida, pueden permitirse picardías que, justamente, pasan por inocentes travesuras, lo cual me parece muy bien. Una mínima satisfacción, al final de este valle de lágrimas, plagado de egoísmos e indiferencia con los más débiles, los más cansados, los más necesitados. Al fin y al cabo, nadie les puede acusar de hipócritas, a diferencia de los más jóvenes que deben fingir,  hasta que sus canas les permitan soltar las manitas en terrenos pantanosos y de las víctimas de sus escarceos que, unas veces les critican y otras les consienten, impúdicamente.
Desde aquí mi saludo más afectuoso para ese sector en el que, lamentablemente, estoy a punto de empadronarme, dado lo rápido que pasa el tiempo. ¡Qué remedio!

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