¿Quién ha colgado esas estrellas?

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                                                                  Llanes (Asturias)

Siempre pensé que el ser humano es un buen producto, aunque sin terminar. Alguien se olvidó de someterle a un correcto control de calidad antes de soltarlo, en un mar de dudas, con tal afán de ignorancia que es incapaz de organizar una sociedad como es debido, ni siquiera de organizarse a sí mismo. Después de, no sé cuantos miles de años, todavía no comprende qué hacen aquellas estrellas, colgadas de un incomprensible manto azabache; desconoce el sentido de su existencia y los motivos por los que observa el mundo desde su exclusivo interior, con un prisma único e irrepetible. Un interior imperfecto en soledad y un vacío existencial que le lleva permanentemente a la gran pregunta: ¿Quién me ha puesto aquí? Y, en este punto, descubre la necesidad de abrigar su orfandad, de vestir su desnudez y apaciguar sus temores, levantando el tótem de su creador: su Padre, su Dios, a quien se entrega incondicionalmente y en quien descarga sus cargas, sus errores, su esperanza e incluso, su destino. Alguien dijo que Dios era el “amigo invisible” de los adultos, y, salvando lo que pueda resultar de irreverente, no iba descaminado en su descripción. Así ha sido desde el principio, Dioses necesarios y reales para todos aquellos que los materializan con el poder de una fe indestructible. Ellos hacen posible un Dios protector y Dios está en ellos. 
Pero, ¿sabemos hacerlo nuestro, dándonos a los demás? Lo cierto es que, a lo largo de la Historia, lo hemos utilizado como herramienta interesada y, en muchos casos, lacerante. Unos ministros mitómanos con ínfulas faraónicas, nos han hecho, casi siempre, desperdiciar una gran oportunidad, desvirtuando el ideal.         
Aun así, algunos quisieron y supieron mantener la verdadera esencia, haciendo bueno aquello de. “… y al prójimo, como a ti mismo”. Por ellos, merece la pena y para ellos, la bendición.

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