¡Qué ilusión, un día de campo! ("El día de la hormiga")

|

Lo de pasar un día en el campo, tendría que estar subvencionado por la "AIAHC" (Asociación internacional de amigos de la hormiga campestre) ya que, en definitiva, las que pasan un día estupendo son ellas. Comen como reinas, rompen la monotonía de su vida en la hierba (que debe ser aburridísima) y nos tocan las narices notablemente, lo que, a buen seguro, aumentará su autoestima de hormiga y contribuirá a la conservación de esa especie tan tonta. Es curioso, junto a las moscas, nos resultan tan familiares que ya no nos producen más que molestias y nuestro objetivo es acabar con ellas sin miramientos, por muy ecologista que uno sea. Ni siquiera nos dan grima, hasta que las vemos ampliadas en fotos y nos damos cuenta de que son realmente asquerosas.
Amo la naturaleza y a sus múltiples bichitos, pero en la distancia. Ellos tienen su hábitat y yo el mio. Si a mí me molesta que ellos entren en mi casa, ¿con qué derecho invado yo la suya un domingo entero? Por una sencilla "regla de tres", si yo los atufo con insecticidas en mi territorio, ellos, si pudiesen, me asesinarían en el suyo y esto no me hace ninguna gracia.


Fotografía de Allan I Jeger

EL “PICNIC” DE LOS FERNÁNDEZ
(Tragicomedia familiar)

Domingo primaveral, primeras horas de la mañana. La familia Fernández al completo, espoleada por la madre, Mercedes, se dispone a pasar un día campestre con comida incómoda incluida. Lo que los americanos llaman absurdamente “picnic”, expresión cursi donde las haya, cuya única virtud es recordarnos el maravilloso cogote de Kim Novak con el pelo recogido, en la inolvidable película del mismo nombre.

Mercedes.- ¡Vamos! Niños, al coche. ¡Venga, por favor, que se nos echa el tiempo encima!
Luís.- (El padre de familia, cuarentón, amante de la tranquilidad, el buen humor, el buen comer y, en general, de cualquier cosa que no se parezca a un “picnic”) Tranquila Merche, termino el café, un cigarrito y salimos.
M.- ¡Claro! Y luego, como siempre, llegaremos tarde. Mira, ya estoy sudando.
L.- (Bostezando) No me extraña, con ese agobio. A ver, piensa que al campo nunca se llega tarde por la sencilla razón de que el campo está ahí siempre, en su sitio. El campo no se va a ninguna parte si ve que no llegamos nosotros. Y no creo que hayas quedado con él a una hora determinada, como en el dentista.
M.- Yo sé lo que me digo. No quiero perder la mañana. ¡Niñooooos!
L.- Merche, por favor, son las nueve menos cuarto de la mañana, es domingo y al dichoso campo llegamos en una hora. Tenemos el resto del día para no hacer nada varias veces. Relájate un poquito, anda.
M.- Escucha, yo llevo más de dos horas levantada preparándolo todo, mientras los demás seguíais durmiendo como cerditos y ensuciando los cuartos de baño para que yo vaya luego a limpiarlos. ¿Y quieres que me relaje? Es el único día de la semana que tengo para descansar, estar con vosotros y olvidarme de los cretinos de la oficina. Pero, claro, a ti todo eso te trae sin cuidado.
L.- No me trae sin cuidado, cariño, pero te recuerdo que la idea del picnic es tuya y los demás, sencillamente “vamos”. Unos más encantados que otros, pero vamos, que no es poco. Otra cosa es que conviertas esta excursión en una experiencia frenética y acabemos todos mañana en el siquiatra en lugar de llevar a los niños al colegio.
M.- Bueno, venga. ¡Carlos! ¿Dónde está tu hermana?
Carlos.- (Catorce años. Una enorme fábrica de hormonas) Está detrás con Sánchez para que haga pis y lo otro.
M.- Pues que lo vaya metiendo en el coche y que no se olvide de ponerle debajo su manta. ¡Alvarito! Que nos vamos y te quedas sólo en casa, como el de la película.
Alvarito.- (Cinco años y cara de pillo) ¡Qué güay! Entonces, ¿me puedo quedar con Sánchez?
M.- ¡Si, hombre! Lo que nos faltaba. El perro, también viene. ¡Vamos!
L.- (Hablando para sí mismo, mientras se ajusta el cinturón de seguridad) Los que deben estar realmente impacientes son los miles de bichos que nos van a hacer el día inolvidable, ya verás. ¡Con lo a gusto que estaríamos en ….
M.- (Abriendo a los niños la puerta trasera) ¿Se puede saber qué murmuras?
L.- Estaba tarareando el “aserejé”
M.- Ya, ya. Pareces un loco, hablando solo.
L.- Y tú pareces el general Rommel, dando órdenes
Alvarito.- (Acomodado en su sillita reglamentaria) Papi, ¿falta mucho?
L.- Falta todo, hijo. Aún no hemos arrancado
Carlos.- El enano quiere decir que si vamos muy lejos, papá.
L.- Muy lejos, lejiiiisimos. No sé si algún día podremos volver. ¡Dios mío, ayúdanos!
Paula.- (La mayor, 17 años, monísima y con todo el “pavo” del mundo) No empieces con esas bromas, que me ponen muy nerviosa.
M.- (Subiendo al asiento del copiloto) Ya estamos todos. ¡Los cinturones!
L.- ¡Señor, sí señor! ¿Lleváis todo? No me hagáis volver a los diez minutos, como siempre. Repasad: la comida para los bichos horribles, el rifle anti-avispas, los machetes vietnamitas. ¿Habéis cogido el antídoto contra picaduras mortales? Mirad bien.
M.- Calla, pesado. ¿Lleváis todo niños?
Todos.- ¡Síiiiiiii!
Sánchez.- (Cocker color canela, vivaracho y con un flequillo muy gracioso) ¡Guau, guau!
M.-Pues ¡hala, arranca!
Alvarito.- ¿Cuánto falta?
L.- Dos o tres días, hijo.
M.- Un ratito, chiquitín, no le hagas caso a papá, que es tonto. Ponte cómodo y duerme un poco.
Paula.- Pon música, papá, pero no pongas esos rollos vuestros, ¡eh!
M.- Espera que estemos en la autovía. Déjate ahora de música.
Paula.- ¡Jopeta, que rollo!
Carlos.- ¡Oh! La pijita se aburre nada más salir. “o sea, ¿no?” ¡Qué flipe tía! ¡Jopetaaaa!
Paula.- ¡Imbécil!
M.- No empecemos ¿eh?
L.- ¿Queréis oír algo actual, Machín, Raphael? ¿Los Tres Sudamericanos, tal vez?
Paula.- Ja, ja. Muy gracioso el señor.
Carlos.- Me hago pis
M.- Carlos, por favor. ¿A que te doy un bofetón?
Carlos.- Vale, vale. Era broma.
Alvarito.- Yo sí que me hago pis
L.- ¡Yo también! ¡Virgen Santa! ¿Qué hacemos ahora?

*

Tras buscar el lugar adecuado junto al pinar, cerca el arroyo, sacar del maletero la intendencia y marcar el territorio con un enorme mantel de cuadros blancos y rojos, transcurrió la mañana campestre de los Fernández entre risas, protestas y carreras detrás de Sánchez, cuyo instinto le obligaba a marcharse detrás de cualquier cosa en movimiento, como a Harpo Marx le empujaba a correr detrás de las chicas tocando una bocina.
Por fin llegó la hora de comer, el momento más esperado del día, especialmente para Luís. Bueno, para él era el “único” momento del día.

L.- ¿Comemos? Estoy agotado de no hacer nada.
M.- Vale, llama a los chicos. Mira, Carlos y Álvaro están con el perro en el arroyo, coleccionando piedrecitas redondas. Paula en el pinar, con un amigo.
L.- ¿Un amigo, qué amigo?
M.- Un amigo al que ha explicado por el móvil dónde estábamos y ha venido a verla. Mira, allí están.
L.- Ese que la abraza y no la deja respirar ¿es el amigo?
M.- Si y tu hija dice que la gusta mucho. Que es muy dulce con ella.
L.- ¿Dulce? A mí me encanta el “todo-terreno” de nuestro vecino y por eso no me meto dentro a sobar el volante y dar lametones al salpicadero.
M.- No seas histérico. Que te conozco ¿eh?
L.- Bueno, paciencia. Que baje la niña y vamos a comer de una vez la tortilla y los escalopes. Tengo hambre ¡Y no de dulce precisamente!
M.- Luís, tengo que contarte algo, cariño.
L.- Después de comer.
M.- A eso me refiero. No hay un después porque…. No hay nada para comer
L.- ¿Quéee? ¿Estás de broma? ¡Ah, ya sé! Están grabando un “reality” de esos de inocentadas ¿no? ¿Dónde está la cámara oculta? ¡Anda, dímelo!
M.- Luís, es cierto. Los escalopes los ha devorado Sánchez en un instante mientras tú dormías y yo me quitaba los padrastros de la mano izquierda. La tortilla ha sido invadida por una nube de hormigas enormes que han entrado en el “túper” por la rendija del vacío y llevan toda la mañana de guateque.
(Mercedes abre el recipiente y en su interior sólo se observa una enorme bola negra de bichos, cubriendo totalmente la tortilla)
L.- ¡Muy bien, ellas lo han querido!
(Perdiendo los nervios y dando manotazos como loco, a la tortilla y a las hormigas) ¡Hay que echar a estas bestias, a ver qué queda de tortilla y si no queda, hacemos una hoguera y freímos a las hormigas y nos las comemos, joder!
M.- Tranquilízate, por favor. El novio de la niña ha traído comida, no te preocupes, cielo.
L.- ¿El novio? Hace un momento era su amigo y ¡¡ya son novios!! ¡Fantástico! A este ritmo, en unas horas celebraremos su boda y, al caer la tarde, asistiremos al primer parto ¿no? ¡Qué bárbaro! ¡Cómo evolucionan las parejas hoy en día!
(Hablando con los ojos muy abiertos, como loco, mirando al suelo y haciendo muchos aspavientos con manos y brazos))
En un par de semanas, probablemente seré bisabuelo y al mes, se divorciarán y nos dejarán seis o siete nietos y diez o doce bisnietos a nuestro cargo, arruinando completamente nuestra vejez. ¡Qué ilusión más grande!
M.- Luís, el muchacho es muy majo.
L.- ¡Menos mal! Sólo faltaba que fuese un asesino en serie o un pirómano. ¡Qué peso me quitas de encima! Al menos no nos descuartizará para quedarse con nuestros órganos y nuestra hipoteca, ni quemará la casa con nosotros dentro, mientras se come los higadillos de Sánchez.
M.- Te estás pasando. El chico ha estudiado en una escuela de cocina en Suiza y nos quiere invitar con lo que ha traído.
L.- ¿Qué ha traído? ¿Lencería sexy, juguetes obscenos? ¿Un juego de esposas para atar a mi hija a los barrotes de la cama? ¿Una pipa de crack? ¡Dios mío, mi niña con un monstruo!
M.- Ha traído rape en salsa de carabineros.
L.- ¡Qué paciencia necesita uno, Jesús! ……. Rape en salsa ¿con carabineros?
M.- Si y creo que está espectacular, como tú dices.
L.- Y tú, ¿por qué lo sabes?
M.- Porque me lo ha dicho la niña.
L.- ¡La niña, la niña! ¿Qué va a decir la niña, de ese degenerado que la hipnotiza? Por cierto, ¿Cómo se llama?
M.- Iván
L.- ¿Iván? ¡Vaya nombre más ridículo! ¡Lo que hay que aguantar! Bueno, diles que bajen.
M.- ¿Seguro?
L.- ¡Qué remedio!

*

La comida ha concluido y, antes de volver a casa, que es lo único sensato que se puede hacer desde que se llega al campo, los Fernández se sientan en el suelo alrededor del mantel, con Iván el novio de Paulita, en animada y sorprendentemente pacífica tertulia.

L.- Querido Iván, he de reconocer que este rape con esta salsa que has traído, es uno de los platos más espectaculares que he comido en mi vida.
Iván.- (Joven presumido, con ropa deportiva de marca y pelo engominado) Gracias. Esto es lo mejor, que se lo reconozcan a uno.
L.- ¡Y cómo! Menudo manjar. Enhorabuena, majete.
Iván.- En el “restaurant” de París que tiene papá, es el plato “étoile”.
L.- ¿Ah, si? No me extraña. Y ¿tiene más restaurantes tu papi?
Iván.- Veintiocho, creo…. ¡no! Veintinueve, con el nuevo de Shangai.
L.- ¡Coño! … quiero decir ¡Caramba!
M.- Ya se te pasó el berrinche ¿no? Tú, comiendo bien y "hablando de negocios", eres feliz.
L.- Y dime, hijo ¿Haces otros platillos tan ricos como éste?
Iván.- ¡Of course! Ya les avisaré para hacer “un goûter” de diferentes recetas mías, si le parece bien, para todos, en su casa.
L.- En “nuestra casa”, que es tu casa desde hoy. Que lo sepas, hijo.
Paulita.- (Aparte, a su madre) Es increíble. ¡Será hipócrita!
Carlos.- Papi, tienes un morro que te lo pisas.
M._ ¡Carlitos! Estás a punto de llevarte la bofetada del día.
Iván.- Aprovechando la coyuntura, quería comentarle lo del viaje a final de mes.
L.- ¿Viaje?
Iván.- ¿No le ha comentado Paula nada al respecto?
Paulita.- Ni se me ha ocurrido ¡Menudo papelón!
L.- Cuenta, cuenta.
Iván.- Pues que pensaba celebrar nuestro primer trimestre, obsequiándola con una escapadita a Roma. Cinco días, nada más.
(Silencio absoluto y miradas al cielo por parte de los Fernández, excepto Luís que queda mirando a Iván fijamente, con las cejas levantadas)
L.- ¿La niña y tú?
Iván.- Si, claro. Será inolvidable.
L.- ¿Solos?
Paulita.- No papá, vamos con el Orfeón Donostiarra y doscientos amigos japoneses que nos van a sacar unas fotos. ¡Pues claro que solos!
(Varios segundos de silencio e incertidumbre)
L.- De acuerdo, me rindo. Todo sea por el rape y la cocina excelsa.
Paulita e Iván.- ¡Gracias papi!
M.- ¡Menos mal!
Carlos.- ¡Qué decepción! Papá, lo siento, estás acabado.
Alvarito.- ¿Falta mucho para llegar a casa?

Rick. Madrid  2008 Del libro "La Rebelión de los Pucheros"

1 comentarios:

Unknown dijo...

muy gracioso y familiar y cuando digo familiar, quiero decir: familiar!!