Angelique, mon amour.

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Siempre me gustaron las comedias francesas, ... me refiero a las buenas, como es el caso de esta película deliciosa, cargadas de ternura, humor elegante y personajes entrañables e inofensivos ("La cena de los idiotas", "Bienvenidos al Norte"). Pero aquí me encuentro con el agravante de la protagonista y su personaje, Angelique. No sé si me enamora la una o la otra. Alguien dijo que si te casabas con una mujer pelirroja, tu vida jamás sería aburrida, afirmación condicionada, tal vez, al ver aquella secuencia de "El hombre tranquilo" en la que John Wayne, sujetando la mano de Maureen O´Hara, la atraía hacia sí para besarla apasionadamente. En Isabelle Carré (Angelique), además, se produce esa sensación de estar ante la muchacha con la que compartirías el resto de tu vida sin pensarlo dos veces.
Posiblemente, en esta pequeña joya cinematográfica, el personaje no tenga mucho que ver con la actriz, pero, inevitablemente, la una se contagia de la otra y no queda más remedio que, disfrutando de ambas, declararse rendido admirador de ella. Mejor dicho: de las dos. Eso.

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