Politicos, ¡puag!

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Me aburren soberanamente los políticos. Aunque, en otro tiempo, recibí su llegada al Congreso como un regalo a nuestra historia reciente, siempre tuve presente que aquellos que hacen de su objetivo profesional, la obtención de poder a cualquier precio, son tan fiables como los banqueros, esos que ponen un solo bolígrafo en cada sucursal y lo sujetan con una cadena. Incluso diré que el culebrón del ingenuo Tejero, aparte de un despropósito  monumental, fue un revulsivo que puso las cosas en su sitio, de una vez por todas, sacando a relucir la vergüenza torera de muchos y el valor de unos pocos (y en este punto, debo recordar con respeto al recientemente fallecido Adolfo Suárez), pero, con el paso de los años, la miseria y el descrédito en esa lucha descarada en la que los de a pié participamos como medio, no como fin (aunque me lo juren en la campaña), como excusa, no como beneficiarios de nada, han llegado a hartarme. Me aburren y empiezan a caerme mal. Si, lo lamento, no los veo junto a mí, los veo enfrente, riéndose de mí y del resto de mis paisanos que votan para que vivan como reyes con sus sueldos obscenos, sus dietas, sus pensiones vitalicias impensables para cualquier profesional de la medicina, la investigación o la ingeniería por poner algunos ejemplos meritorios, lejos de las rémoras político - bancarias. Me aburren, y por mi cabeza comienzan a rondar adjetivos que no me atrevo a plasmar en estas humildes líneas. Me aburren un huevo y lo malo del asunto es que no veo el menor destello de dignidad en esta sarta de niños grandes, mal criados (por nosotros) y consentidos (también por nosotros, sorprendentemente). Me aburren tanto que no sigo escribiendo este "post" por puro aburrimiento. ¡Jo!

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