Las amistades peligrosas

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Y yo me pregunto: ¿A qué viene ese interés desmesurado de los señores (y señoras) del PP por colocar un amiguete en la presidencia de Caja Madrid? Oye, que están a la gresca, poniéndose en evidencia con luchas intestinas, cuando en asuntos de mucha mayor enjundia política se guardan las espaldas y ejercen el corporativismo más feroz para ocultar sus trapos sucios a la vista de curiosos y opositores varios, hasta caer incluso en el ridículo.
Siempre me ha parecido que los políticos en general tienden a pensar que los ciudadanos de a pié no estamos a su nivel y, por ende, nos lo tragamos absolutamente todo sin salir a la calle a montar barricadas (quizá por esto último nos han perdido el respeto), pero concretamente, los del partido de Rajoy y Esperanza, se creen que, además somos gilipollas. A cualquiera, sin necesidad de ser una lumbrera, se le ocurre que el motivo de tanta efusión en los elogios a sus candidatos no es otro que la posterior obtención de favores y no quiero imaginar el tipo de tejemanejes al que aspiran, tratándose de la presidencia de la cuarta entidad financiera de nuestro país. Favores de los que, por supuesto, jamás tendremos noticias, mientras  nosotros intentamos por quinta vez la solicitud de un préstamo personal, disfrazados con barba postiza y gabardina, por si cuela. 
¡Romances entre políticos y banqueros! ¡Qué peligro!
Y todo ello a cara descubierta, sin pudor, sin antifaz ni pañuelo con nudo a la cabeza. Vergonzoso.
¡Ay! qué tiempos aquellos en que Sancho Gracia junto al Estudiante y el simpático Algarrobo cabalgaban felices por nuestros campos, sin disfraces. Entonces, casi todo era lo que parecía.

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